Apretaban las piedras de la desesperación
hasta hacerlas sangrar pus y leche
las arrojaban contra el hambriento pájaro negro
que se come el mundo en una gran mesa
Con gritos sacados de sueños rotos
entes sin alma ni cara
bailaban al extásis de sus últimas cartas
sobre los delirios de jueces sin balanzas
El pájaro negro implosionaba en la gula
extinguido en sus pecados capitales
regurgitó monedas hasta desaparecer
como un truco de magia que no resultó
La noche era el nuevo día
la humilde luna cegaba al poderoso sol
repartía estrellas en los campos de los entes
brindándoles una cara y la libertad
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