Y no sabes, amigo mío, como volvió la alegría a mi cuerpo el día que ella volvió. Se deshizo de los ceniceros llenos y las botellas vacías desparramadas por doquier, corrió las cortinas dejando entrar un sol esperanzador y un cielo tan azul que no me lo creerías. Pusimos pilas al reloj que había dejado de andar y por la mañana hicimos aseo -algo que había dejado de preocuparme hace algún tiempo. Comimos algo ligero y fuimos al Santa Lucía. Encontramos un banco bajo un árbol con una vista preciosa de la ciudad y conversamos. Ambos habíamos cometido errores y aprendimos esa tarde a perdonarnos. El orgullo nos juega a veces malas pasada. ¡Ay, amigo! Si supieras cuánto esperé ese momento y lo que me alegra poder contártelo ahora. Disculpa mi emoción tan desbocada, pero hoy, desde hace mucho tiempo, no sentía a mi corazón bailar en el cuerpo, ni a mi alma creer en lo imposible. Hacía mucho tiempo…
Image by 愚木混株 Cdd20 from Pixabay